Bajo todos los días a nadar a la piscina y poco a poco me he dado cuenta de que mi socorrista es un gran conversador.
La gente se sienta cerca suyo y aprovechan cualquier circunstancia para hablar con él. Un día, sin darme cuenta, yo también lo hice. Los niños le saludan (al resto ni caso…). Habla con los más pequeños y con los más mayores del edificio. Le he oído conversar sobre literatura, política y sobre fútbol americano.
A todos nos gusta.
Os parecerá una obviedad, pero nos atraen los buenos conversadores. Personalmente tengo la suerte de que en mi familia siempre hemos conversado mucho (que no es lo mismo que hablar mucho). Mi madre, mi padre, mi abuelo, mis tios… A todos les gusta hablar sobre la vida, las personas, los sentimientos. Eso ha hecho que desde pequeño me sienta atraído por la gente a la que le gusta conversar.
Cuando hago la diferenciación entre hablar y conversar me refiero a que hay personas que hablan mucho pero no me interesa nada lo que dicen. Es esa gente que no puede parar de hablar, que solo hablan de ellos y sus problemas, que solo hablan de banalidades que suenan como un martillo en mi cabeza. Reconozco que tengo un mecanismo que me hace alejarme de esas personas. El conversador escucha y pregunta más que habla. Se interesa por los demás y se acuerda de sus nombres. Es curioso, no recuerdo haberle dicho mi nombre a mi socorrista y sin embargo, ayer, cuando me fui de la piscina me dijo: “Hasta luego Val”. Ese tipo de cosas son las que nos hacen sentir bien. A quién no le gusta que le demuestren que se acuerdan de su nombre o de ese examen que tenías tan importante para ti. Conozco a gente que dos meses después de decirles que tienes un evento importante se acuerdan y te preguntan por él. Otros, no se acuerdan de que mañana es tu cumpleaños. Esos detalles cuentan, y mucho.
Mariano, mi socorrista, no solo conversa con palabras, también lo hace con sus gestos. Siempre tiene una sonrisa para ti. Una sonrisa sincera. La sonrisa es un arma blanda que no deberíamos menospreciar.
Otra cosa que sorprende es el gran abanico de temas sobre los que puedes hablar con él. Le he oído hablar de cine, de literatura, de deportes… Siempre tiene algo que aportar y, lo más importante, siempre tiene deseos de aprender cosas nuevas. Muchas veces facilita más una conversación no saber de algo que dominar el tema. La razón es que a todo el mundo le gusta hablar sobre un tema que dominan y les encantará que te intereses y muestre curiosidad por ello. Si además, cuando te habla eres capaz de hacerle ver que le comprendes, mucho mejor.
Para mí, un buen conversador:
- Sabe escuchar
- Sonríe
- Es curioso y ávido de conocimientos
- Se interesa por tus cosas
- Sabe preguntar
- No tiene prisa
- No critica
- Sabe cuando callar
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